jueves, 14 de mayo de 2015

Pronunciar mi nombre


Erika Kuhn


Cuando me encerraron –por loca- además me tuvieron atada

fue una suerte haber sido pobre
no tener a quién llamar

sólo pronunciar mi nombre, en voz baja, para no olvidar a la muerta 


Noelia Palma

domingo, 23 de febrero de 2014

EN MEDIO DEL COMIENZO



Erika Kuhn


1


Están los dos que se abrazan
y está la foto de los dos que se abrazan


no son los mismos
-tampoco es la misma hora-
y no es la lejanía o la hondura, lo que permanece
sino ese atajo construido
como un museo
en medio de todo comienzo





2


Lleno el estanque de agua con margaritas
algunas son livianas como nubes.
sólo aquellas que saben la hondura
se deslizan como gotas en su propio peso
blancas, y engullidas por la sombra de las que aún flotan.


Anuncian su milagro:
la profundidad tragando muerte
donde se espeja la vida



Noelia Palma

lunes, 23 de diciembre de 2013

Dos días en la vida




 
Erika Kuhn


21/12/2013

Traje mi cuerpo al mar.
El mar no es azul, Erika. Es más bien una cosa como estar sentada frente a él mientras hace drenar sus olas. O quizás, como si fuera nuestro cuerpo llegando a la orilla y, a la vez, siendo arrastradas hacia el adentro de algo que no es un cuerpo propio sino un todo, pero desconocido.
Y pienso en este tema de la carne.
Erika, la carne es una excusa que siempre abandonamos. Venimos para abandonar, incluso, lo nuestro. Y, también, para reconocer, apenas, algo de aquello que todo lo rompe.
Un día viejo. Esto es un día viejo en el afán de crear esa hondura nueva. Un movimiento de agua. El sonido del agua. Y entonces el día viejo se empieza a estrujar contra las rocas y los pies, cubriéndolos como si pudiera ser manto y noche. Nos cubrimos con esa cosa que es siempre orilla y música y creemos que hemos asomado a la vida.
Las personas debiéramos ser piedras brillantes de cara al viento sonando casi como el gemido de un ventanal cuando se abre, y se descubre de todo. Esa desnudez que no sabemos asistir.
Esa desnudez frente al mar. Y el ojo ardiendo de sol.
¿Y detrás del ojo? Un dios que somos y que sólo sabe pedir limosna.
Hacia delante estamos arrojadas a lo nunca encendido. Las manos son para una luz a veces. Y revolver el mar. Igual que los pies. Tocar esas cuerdas del instrumento hasta el rompimiento. Así crecen las olas. Así crecemos y descrecemos. Así el fondo es esta ternura de la sangre.




22/12/2013

Querida Erika, es mi segundo día desintegrándome en esta vastedad que es el mar. Pero no admite sensiblerías. Yo leo como unas olas que se encastran en el cuerpo. Y todo adentro. Esa nostalgia que se nos hizo moneda corriente en la garganta, la blancura, siempre inédita, de las nubes, lo azul cada vez más azul (ese reconocimiento de no ser solamente un color).
De lejos veo una pareja. Y leo las voces. Hablan para que yo los traduzca en esta especie de carta, algo más que una anécdota. Creo que ella aprendió a preguntar cosas sobre los enigmas azules. Tienen una hija (siempre hay una hija). La mujer no sabe responder qué hay al otro lado del mar. Sólo mira como si creyera poder borronearlo de un plumazo. Esas ansias de la completitud. Recortar con el ojo en pequeños fragmentos el mar para saber cruzarlo.
Amiga, vos sabés que del otro lado es el mismo lugar a la inversa.
“De vivirte lo que más amo es mi cuerpo” lo escucho decir.
Ella va caminando hacia dentro. “Y lo cruza”. La estoy mirando mientras te escribo. Él la espera un rato y luego se reúnen en el mismo sitio de la ola. Saltan y sonríen. Esto que te decía sobre los enigmas. Ya lo ves, y sin embargo constantemente buscamos adentrarnos sin reparar en que las orillas también invocan esa verdad, irrefutable. El otro lado es el mismo. Lo que se acaricia en los bordes (esa intimidad del cuerpo).
Y se confían las manos porque, sostenerse cuando ese tropel apabulla, es ley.
La carne, Erika, y ese adentrarse por los bordes de la piel dicen una completitud casi insostenible. Lo mar del mar. 


 Noelia Palma

sábado, 23 de noviembre de 2013

Precipitándose




 
Erika Kuhn


Así, el corazón y ya sin flecha
se arroja a su lugar -donde siempre es frío o hambre-
dentro de un vaso roto

por encima de la sed, en otro mundo
espeja una boca para decir
lo siempre dicho desde el borde:
una gota precipitándose la noche entera

habrá que cosechar un fantasma
beberlo, para besar
lo que engendra y esparce
después de haberse borrado

 Noelia Palma

domingo, 15 de septiembre de 2013

El acto de lavarse la cara




Erika Kuhn



No alcanza con un jabón blanco cuando arden las palabras que van cayendo, de a una, como si fueran piedras o espejos. Esa cosa de otros pero propia. Aquello visible enamorándose de un sol dentro de las habitaciones creadas por un pico de pájara. Arden las palabras como piedras en su chasquido al agua, un ruidito buscando la presencia toda, la cara blanca en el espejo, pálida y las manos masajeando y es necesario bajar a la mujer por los dedos al sexo, que en su estadística diaria, dice que ahora estás sola, que penetra lo demasiado poema. Entonces habrá que leer libros esterilizadores mientras el agua sigue blanca de cuerpo y lava una enfermedad parecida a la espera. El rostro blanco, las manos blancas, el sexo blando.
El agua.
Y es una violencia esperanzadora limpiarse el fondo y finalmente la pena te mira de frente. Los cristales se empañaron y estás sola. Te ves formada por el humo cálido. Ya estás sonriéndole a la pena. Hoy no se abre el corazón, no la recibe. Se compone una identidad, dos pezones nublados, y los ojos fijos que te perdonaron todo ese horror esparcido desde siempre como gotas salvajemente cosechadas, como perra triste, como abusada por el amanecer en el espejo, o la lluvia que no deja de ser lluvia y que ya no es nada más que una cosa ahí fuera.
No alcanza con un jabón blanco, hay que ablandar las mejillas de la que se había ahorcado con las cuerdas de un amor perecedero. Hay que hacer un golpe de estado al cuerpo, invadirlo con tropas entrañables, despertarse así a mirarse las ruinas y erradicarlas.
Después, como siempre, terminar el desayuno sin tenerle miedo al chocolate. Es un día más.
Detrás, quiero decir, a través de la ventana, chilla un pájaro apenas bienvenido y llama.
Pero vos, ya te mudaste la nostalgia a otra sombra


Noelia Palma

jueves, 5 de septiembre de 2013

La carta que él nunca me escribió








Erika Kuhn




Tú sabes, las manos siempre se equivocan de cuerpo. He visto la poesía en tus ojos creciéndote hasta los muslos y me llené de palabras para recorrerte. Los relojes dieron una exactitud que no comprendimos y tú escribías libros y tenías hijitos deshechos y monstruos que tuve que espantar porque al mínimo roce te los ponías en el espejo. Tienes la cara de todas tus escritoras preferidas y a veces pienso que por eso todavía no supe encontrarte, mientras te encargas de escribir cómo te perdono las caricias que colgaste en ese vestido.
Hemos conectado las ternuras, una por una, con los trazos que dibujas en la carne, eres una bestia pequeña, una mártir que abusa de los colores, delicadamente.
Confieso, lo siento, haber tenido los huesos fríos alguna vez.
Te admiro con certeza y duda y sé que jamás aprenderás a recomponerte las heridas porque no sabes manejar las agujas. Tan inservible mi niña de la lluvia, mi ahorcada atroz de las palabras y el color. Ramito de fresias resignado, te inventas tú misma las ausencias, por eso me escribes tanto, y también, me inventas en una suerte de hombre que, sólo a veces, sé ser.
Nos hemos mirado durante horas cuando, ya muy noche, no hacía falta tener el cuerpo más acá o allá sino donde los perros son mansos y los ojos tocan una distancia inexistente. Tú sabes que la felicidad es una cosa muy triste para vivir.
Eres la que contempla y registra el derrumbe. La que ama lento y sabio como encendiendo el corazón hacia lo etéreo, y aún así conoces que hoy bien podría ser lunes o sábado y te da lo mismo: el amor no es un milagro ni una lucecita, apenas. El amor es un descuido de tus manos, por ejemplo, escribiendo, dibujando, fotografiando el rostro absoluto de todo aquello que te devora.


G.J.C.


Noelia Palma

viernes, 5 de julio de 2013

Lamería lo bestial de tus rodillas






 
Erika Kuhn




como si pudiera entrar en la muerte
abrirla para entrar y salir
poner el cuerpo para que reviva a la vez
que se vaya muriendo
como una luz que se agazapa
con los ojos vivos y hermosos
entrar al cuerpo
hacer el mundo y el dolor
con una vejez menos colgándonos del párpado
con el delirio atravesado como un cuerno
de oro

entrar y salir de la muerte
sencillamente
masticar la asfixia y la distancia
que tampoco son una asfixia y una distancia
sino una gota de rocío
o amanecer agonizando de hermosura

si yo pudiera
entrar y salir de la muerte
como tu cuerpo, que es un diablo
o un sol en un plato
metería las manos
devoraría tu corazón, y tus tripas
chuparía tu sangre eterna y joven,
lamería lo bestial de tus rodillas
lo visible de las cosas de nosotros

pero hay que bajar o subir a la muerte
como si las nubes o la tierra fueran esa cosa de nosotros
y recordar lo vivo
una imagen temblando mientras
el barco es un viento felizmente ahogado
por ella y por él
y por tu sangre joven, quiero decir
nosotros

si yo fuera una asesina
escribiría poemas infinitos
o un paraíso
y que vos, siempre niño
juegues a recortar y pegar figuritas
y le inventes los instantes como si arrojaras
en mi cuerpo
una rosa con espinas
y me ardiera la hermosura de oreja a oreja

y entonces
nos volvemos a nosotros
ya triturados por todas las orillas
zurcidas por un pájaro
y me decís que Vian te saludó esta mañana
y el café, como si tal cosa
y yo no sé cuál de las dos distancias
mide menos que la muerte



Noelia Palma