sábado, 2 de marzo de 2013

Ibidem




Erika Kuhn



Escribir. Y el centro es Erika temblando en el río, con desmesura. ¿Hace cuántos años tu corazón no te veía regresar a la niña? Yo dije hacia dentro: ahora, ¿quién vive en la muerte menos roja que la muerte? Y un balbuceo en otro idioma se abrió del párpado hasta abajo. Lloramos, y el río era un tren directo a la infancia.
Al pedazo de carne domesticado lo atravesamos con un lápiz. No es poco. Aprendimos a jugar siendo adultas, a mecer las muñecas prestadas de la pobreza. Erika sonríe, la veo escribir un poema, mientras peino el cachito de plástico rubio, el pelo pajoso.
Más tarde hubo que pedirle a la guerra un poco de vida. La infancia era ser grandes para escribir un ensayo sobre la locura. El cuerpo no es triste si está loco. El cuerpo es una niña mirándose un hueco delicado.

Erika dibuja. Yo quería decirle que a los artistas los acuna el viento, que ella vive en las ramas de un árbol joven.
Lloramos, será entonces que nos estamos arrojando por la boca y por el ojo, será que escribo donde crecen niñas frotándose un cúmulo de pájaros, en el pecho.


Noelia Palma

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